Esa eterna bipolaridad…
A
punto ya de cumplir dos períodos presidenciales del binomio matrimonial
Kirchner Fernández (y con un tercer mandato a punto de comenzar), la
historia los (nos) ha colocado en ese eterno péndulo antagónico de
proyecto agroexportador vs. proyecto industrial.
En
efecto, luego de la devaluación de la moneda de comienzos de 2002, el
sector agroexportador había logrado un régimen cambiario muy favorable
para la exportación de sus productos primarios. En ese contexto,
favorecido, además, por la fuerte demanda internacional de soja desde
los países asiáticos y el incremento de los precios internacionales, el
sector había logrado una renta extraordinaria durante todo el período de
gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007). A comienzos del 2008, con
Fernández de Kirchner como nueva Presidenta electa, el precio de la soja
se disparó a niveles inéditos. En ese marco, el por entonces Ministro
de Economía, Martín Lousteau, decidió incrementar el arancel de
retenciones que debían abonar los productos agropecuarios, especialmente
los vinculados a la exportación de soja, desde el inicial 35%, a un
sistema móvil que fue fijado alrededor del 45% del total exportado,
aunque dependiente de factores externos e internos que podrían
modificarlos circunstancialmente.
Producto
de estas decisiones, renuncia el Ministro; sin embargo, lejos de
calmarse la situación, el conflicto continuó en la medida en que las
retenciones fijadas no fueron modificadas. En ese contexto, el conflicto
se fue polarizando: por un lado el Gobierno, y por otro, las distintas
entidades representativas del campo. El primero sosteniendo que las
retenciones eran necesarias para redistribuir el ingreso hacia los
sectores más desfavorecidos; el segundo, alegando que las medidas eran
injustas y confiscatorias, solicitando su abolición inmediata.
Y
la historia que no cesa su efecto pendular: el modelo liberal que no
resigna su permanencia desde mediados de los ´70, a la posición
kirchnerista de desarrollo industrial inclusivo, rememorando el
peronismo de las primeras épocas.
No
hay mejor maestro que la historia, aunque es cierto que el maestro
llega… cuando el alumno está preparado. Algunas posibles lecciones:
1.
La historia nos enseña una y otra vez, que la economía no puede ser
analizada sin su contexto político (a la manera neoliberal, donde las
teorías sostenidas surgen “in Vitro”, asépticas; con mercados que
funcionan siguiendo patrones de competencia perfecta e individuos que se
comportan como seres puramente racionales que no sólo buscan maximizar
sus ganancias y minimizar sus pérdidas de acuerdo a un orden estricto de
preferencias, sino que controlan absolutamente toda la información
disponible), sino que hay que texturizarlas, darles vida a la luz de los
acontecimientos y circunstancias político-sociales del momento, con
protagonistas que no siempre son racionales en sus decisiones (a la
manera de un David Ricardo o un Adam Smith en sus análisis político
económicos).
2.
Sectores e intereses los hay y los habrá. Tal vez el gobierno, el que
si bien llega por un partido que sostiene una visión y una ideología,
debe al momento de gobernar, mirar a los gobernados todos, en busca de
sumas… y no divisiones. Probablemente el conflicto entonces desatado
entre el Gobierno y el “campo”, debió alejarse de posturas
irreconciliables donde cada uno buscaba maximizar sus propias posturas,
promoviendo, desde ese poder otorgado por el pueblo -al que gobierna y
dirige-, mecanismos de cooperación estratégica, tratando de evitar
“ganadores y perdedores” sino protagonistas que puedan convivir en la
misma historia.
Hasta
hoy, y a la luz de ese examen contextual político económico propuesto,
podemos ver en estos años de gobierno el alejamiento de un proyecto
liberal sostenido en el país por casi 3 décadas, donde el núcleo estaba
puesto en el modelo agroexportador, exportaciones primarias, falta de un
modelo industrial, concentración económica y una distribución desigual.
La visión kirchnerista cambia las cosas: el contexto internacional
favoreció enormemente las exportaciones, por lo que el gobierno decide
en pos de una distribución más equitativa elevar fuertemente los
aranceles a la exportación a fin de consolidar la industria, crear
puestos de trabajos, aumentar así el consumo interno (con mecanismos
varios: aumento de salarios a través de las paritarias, especialmente de
los sindicatos con mayor poder, aumento de las jubilaciones, incremento
de la inversión pública, y la expansión del gasto público social),
diversificación de los productos para exportar apostando a los de valor
agregado, pago al Fondo Monetario Internacional con un canje importante
de la deuda.
La
historia es reciente. Sólo el tiempo mostrará los resultados reales, y
en ese entonces, sin duda el análisis deberá serlo a la luz de las
circunstancias que lo rodearon. Así como Ortega y Gasset nos habla de
“El hombre y sus circunstancias”, así… “Los países y sus circunstancias”
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