Convocatoria

Estimado Colaborador/a: Le comentamos que estamos preparando una edición multimedial que analice las principales tendencias de la economia argentina especialmente en el período 2001-2011. Sabiendo su expertiz en la materia, le pedimos aporte con material para nuestros espacios, con columnas de notas (4000 caracteres aprox), una columna radial o un video (3 minutos) o un debate (tambien radial o tv) entre dos o tres posiciones (5 minutos). Podrá postear el trabajo en http://laeconomiasegunlanovena.blogspot.com/ a través del mail clave

domingo, 27 de noviembre de 2011

Progreso Nacional y Popular. Columna Rabaia y Coto

A favor
Progreso Nacional y Popular

Coto, Joaquín- Rabaia, Mariano
Al momento de la elección de Néstor Kirchner por el año 2003, nuestro país se encontraba en default, con casi un 30% de desempleo, 11 millones de indigentes y un 50% de pobres. Esto fue consecuencia de una etapa neoliberalista, en la cual se buscó la destrucción de la industria nacional y la progresiva privatización de las empresas nacionales.
Hoy en día podemos notar que el conjunto de estrategias en materia de política económica desde 2003 generaron una reforma en el modelo de desarrollo, produciéndose el cierre de un ciclo de hegemonía financiera.
Las medidas fueron diversas y actuaron en diferentes puntos neurálgicos de la economía.
En un primer término, la renegociación de la deuda con quita del 65 por ciento. Así, la deuda dejó de ser un condicionante como en el período anterior y se ha tornado más dócilmente. Como consecuencia, en el 2003, la deuda del sector público nacional constituía el 139 por ciento del PBI; en el 2009 bajó hasta el 49,1.
A su vez, en 2003, el 76% de la deuda estaba designada en moneda extranjera y tenían plazos de pago de 6.9 años; hoy bajó a poco más del 50 % y los plazos llegan a 12.7 años. Finalmente, al principio de esta gestión, la deuda era un 722 %  superior a las reservas; en la actualidad es apenas el 120 %.
    En este marco, se produjo un abrupto proceso de desendeudamiento por el canje de la deuda y los sucesivos pagos al FMI.

En segundo lugar, el superávit comercial y el superávit fiscal produjo la acumulación de reservas y creció la independencia económica. En este aspecto, la política de cambio competitivo admite el crecimiento de las exportaciones y como consecuencia, la sustitución de las importaciones generándose el florecimiento de la industria y como consecuencia, abriéndose diversos puestos de empleo. Otra medida importante, fue las retenciones a las exportaciones de productos primarios que permitieron crear reservas y un aumento de la recaudación, producto de estas mayores tasas de empleo que conllevan al superávit fiscal.

Terceramente, el desarrollo económico de más de un 70 por ciento desde el 2003, con una alta capacidad de ahorro, con un notable crecimiento industrial y con la apertura de puestos de trabajo masivos. Por ejemplo, la industria metalúrgica creció un 125 por ciento en el período y, por su relación con otros tipos de industrias, generó el crecimiento paralelo de otras, como la automotriz. En el 2010, la industria es el factor más importante dentro de la economía y es por esto que es tan valorado por el gobierno.

Como cuarto punto tenemos a la distribución del ingreso. La diferencia entre la población más poder adquisitivo y el sector más pobre se redujo en un 60 % (entre el 2003 y 2010). Del mismo modo, los niveles de pobreza bajaron a un 12 %  y la tasa de desempleo descendió a 7,5 %. Esto fue consecuencia de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que llega a casi 4 millones de nenes y descendió niveles de indigencia, aumentó 20% en la escolaridad. En salud, subió un 40 % la tasa de vacunación. Además se reactivaron las ventas en negocios de los barrios más carenciados, especialmente los relacionados a los alimentos, viéndose un gran aumento del consumo. Resumiendo, el establecimiento de un modelo de valorización de la producción generó un creamiento progresivo de la inclusión social por dicha generación de puestos de trabajo,  que produjo descensos descomunales de la pobreza y los índices de indigencia, a su vez como consecuencia de un proceso de redistribución del ingreso más equitativo e igualitario, a través de asignaciones como la Asignación Universal por Hijo.

En quinto puesto, en materia salarial, se actualizó el salario mínimo vital y móvil y recomenzaron a funcionar las Convenciones Colectivas de Trabajo. En el 2010, el salario mínimo era de 1840, más de 900 % por encima que en el 2003. A su vez, hubo un descenso del empleo en negro del 49,7 a 36,5 en este período. Dentro de este mismo punto, en materia jubilatoria, el gobierno K reguló el negocio de las AFJP e hizo paulatinos aumentos en la jubilación mínima (llegándose a un 718% más que en el 2003). Otro punto a favor es la ampliación de la cobertura previsional agregándose cerca de 2 millones y medio, llevando a tasas del 57 al 90%.

    En un sexto punto, relacionado con los problemas con el campo, el gobierno intentó a partir de la resolución 125 luchar por los intereses de las masas contra los intereses de unos pocos oligarcas latifundistas, que pretenden, hoy en día, más de un centenar de años después, impulsar el restablecimiento de un modelo agroexportador que no sólo no beneficia al país por que lo estanca económicamente, sino que sólo enriquece a aquellos que producen en el campo, siendo este generador de –muy- pocos puestos de trabajo. En consecuencia, si la economía se tornara y especializara en la producción y exportación de bienes primarios veríamos un abrupto quiebre en ella y volveríamos a épocas nefastas donde la desocupación y la pobreza reinasen. Es por esto que en este aspecto, el modelo económico K se plantó en contraposición a dos grandes modelos económicos históricos en el país: el neoliberalista que venía como legado de los gobiernos anteriores y el modelo agrario impulsado por sus entidades. En este marco, fundó un nuevo modelo que buscaba la industrialización para la inclusión social, nacional y popular.   

    Finalmente, la Argentina fue un importante factor activo en cuanto a la negación al ALCA (el ALCA – Área de Libre Comercia de las Américas- era un modelo de libre comercio encauzado al apoyo de los intereses de los EEUU y sus compañías, mediante la cual, las industrias latinas y sus obreros quedaban indefensos), y como contragolpe, se estimuló la creación de la Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR), siendo Néstor Kirchner el primer secretario general, sellando un vía de protección de los intereses de los países que la componen frente a los proyectos codiciosos de las potencias mundiales (especialmente EEUU) y controlando los problemas políticos internos como en Ecuador, Bolivia, Hondura, Venezuela y Colombia. Del mismo modo, en materia internacional, Argentina propugnó la lucha contra los paraísos fiscales y denunció las crecientes especulaciones financieras en diversos foros económicos como el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.






En Contra

El Modelo Vicioso

El modelo Kirchnerista comenzado en el 2003 gira en torno a una economía que sea fuertemente beneficiada por el contexto internacional; permitiendo las divisas de estos llevar a cabo un importante gasto público. Sin embargo, veremos como todo esto se desarrolla de un modo nocivo para la economía.
Las exportaciones siguen siendo hoy uno de los ejes de la economía puesto que los altos precios de los commodities junto con la demanda de asia permiten capear los efectos de la crisis en Estados Unidos y Europa al tiempo que crecen el gasto público y el consumo interno, al igual que durante casi toda la década.
Al observar la economía Kirchnerista no se puede dejar de señalar como un tópico puntiagudo los altos niveles inflacionarios existentes desde el 2010. Entre el 2002 y el 2005 la inflación había sido retenida a través de tarifas congeladas, salarios sin movimiento y commodities a precios altos. Sin embargo, luego de la recesión del 2009 la inflación se disparó, jugando un papel central en el consumo (público y privado) que son uno de los motores de la actividad económica. La inflación arrastró con ella a dos ganadores; por un lado al Estado Nacional, y por otro a los sindicatos de mayor importancia (ya que estos consiguen mejores recomposiciones salariales).
Con mayor inflación el estado recauda más por cobrar mayores impuestos inflacionarios, por ejemplo. A su vez, los pagos por seguridad social también crecen en su valor, engrosando la caja nacional de las ANSeS (vale recordar en este punto el zarpazo del gobierno a través del cual se hizo con las cajas de las AFJPs). En cuanto al gasto estatal, una de las problemáticas que plantean la inflación está vinculada a los valores nominales de las distintas partes del presupuesto. En los planes sociales vemos que la inflación los estimula y de este modo crece el clientelismo político. Esto ocurre por ejemplo con la Asignación Universal por Hijo.
Por otra parte, la inflación también aumenta los costos. Esto lo vemos con el sector productivo, donde la actividad económica se expandió en el 2010 en relación con el año anterior. Así aumentan los costos de las empresas en torno a los salarios, servicios públicos, etc. Por lo que disminuyen las posibilidades empresariales de generar empleos. Las inversiones también se desarrollan de un modo más tímido.

Antes hacíamos referencia a las exportaciones; es importante decir que la recuperación de las mismas, como decíamos, tiene mayor peso por la demanda asiática, pero también se destacan el impulso dado desde Brasil. Por efecto inflacionario, el tipo de cambio real es menor para las exportaciones, y menor la competitividad ante los productos de otros países, quienes evidencian menores costos relativos para su producción. Como resulta evidente, esto no beneficia a las exportaciones.
Además es menester mencionar que este paupérrimo manejo de la inflación genera consecuencias sociales más que relevantes; la inflación encrudece la puja distributiva, agrandando entonces la brecha entre los ganadores y los perdedores del sistema, puesto que los pobres no tienen capacidad de respuesta frente al aumento del valor de los productos, por eso consideramos que la inflación funcinoa como el impuesto más regresivo existente, diezmando la equidad de una población al tiempo que el gobierno que la ocasiona se denomina popular. A su vez los aumentos inflacionarios generan incertidumbre en la población.
Entonces es necesario analizar como se regula la inflación: este rol lo cumple el Banco Central, quien debería perseguir la estabilización económica para tornar la situación en sustentable, a través de una emisión inteligente de moneda y una política fundamentada del manejo de ahorros. Sin embargo, durante las gestiones Kirchneristas, este ha estado lejos de ser el papel del banco central. Este pasó a ser una fuente generadora de crédito tanto público como privado, financiar el déficit del tesoro de la nación y pagar la deuda pública de la misma.
El consumo es uno de los nortes de la política económica del actual gobierno, muy por encima de la captación de inversiones, afectada por la mentada incertidumbre. A su vez, las exportaciones, a pesar de los buenos precios en los mercados extranjeros, se ven limitadas por retenciones y prohibiciones a ciertos productos agroindustriales (a diferencia de lo ocurrido en los excelentes años '90 bajo la muy brillante presidencia de Saul Mendem). También se ponen trabas a ciertas importaciones para “alentar” la industria nacional con la aparición de PYMES.
El gasto público se incrementa paulatinamente para sostener el consumo, como en el caso de los subsidios (lo que podría cambiar en el corto plazo) y los planes sociales que se entregan con grandes facilidades.
Por todo esto es que resulta evidente que este modelo vicioso, centrado en las divisas que proveen las exportaciones, ha de estrellarse contra un muro al no poder sostenerse el consumo interno a través del gasto público innecesario que se desarrolla hoy en día.

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